(Relato) 'Una razón' de Iván Gutiérrez

  • 27 May, 2021
  • Artes

Para algunos países, la cuarentena y la atención de los servicios de salud resultaban efectivos, mientras que en otros eran un rotundo fracaso; en México, el escenario todavía era incierto, pero se comentaba una propagación acelerada.

Por Iván Gutiérrez

“Suman 93 contagios de Covid-19 en la república mexicana, con once casos nuevos registrados en las últimas 24 horas”, exclamó el conductor del noticiero matutino mientras Dimitri conducía a la universidad.

“Así lo informó este martes el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell”, continuó la voz en la radio, reiterando la importancia de respetar el distanciamiento social para limitar la propagación del virus.

Si bien México apenas entraba en la Fase Uno de contagios, Dimitri seguía la expansión del contagio desde su brote en China. La declaración de pandemia emitida por la Organización Mundial de Salud había llegado hace 10 días, y desde entonces el virus se propagaba con mayor o menor rapidez según las condiciones de cada nación.

Para algunos países, la cuarentena y la atención de los servicios de salud resultaban efectivos, mientras que en otros eran un rotundo fracaso; en México, el escenario todavía era incierto, pero se comentaba una propagación acelerada.

¿Será esto una razón suficiente?, pensó Dimitri antes de apagar el carro y continuar con su rutina.


–El sábado me di una vuelta por el Paris de Noche, la verdad ya me hacía falta algo de cariño–, expresó el profesor Alfonso mientras le preparaban sus tacos de chicharrón en la carreta enfrente de la universidad. –¿Me creerás que las bailarinas ya traen cubre bocas, guantes y toda la cosa? ¡Y a cada rato se están echando desinfectante!

–Bueno, compadre, pero el desinfectante siempre se lo han echado, respondió el taquero, estallando de risa al igual que su interlocutor.

–Última hora–, se escuchaba por la radio del taquero, un murmuro apenas audible entre los ruidos citadinos–, nuevos hallazgos científicos sugieren que la propagación del virus puede tener mayor rapidez de la prevista…

Dimitri pagó su desayuno y entró a la universidad.


–Bueno, antes de adentrarnos por completo en ello, me gustaría saber qué piensan ustedes qué es la cultura.

El silencio reinó entre los estudiantes, cuyos rostros expresaban dificultades para responder una pregunta que habían escuchado decenas de veces a lo largo de la carrera, sin tener todavía una respuesta clara.

–Cuando hablamos de cultura…– continuó Dimitri, al no ver ánimos de responder–, no podemos buscar una sola definición, porque hay tantas propuestas conceptuales como hay autores, pero lo que sí podemos hacer es empezar por delimitar que la cultura es una creación del hombre…

Dimitri interrumpió su cátedra al ver las señas exageradas que hacía el profesor tras la ventana de la puerta, solicitando entrar al salón.

–Qué tal chicos, mi nombre es Raúl, soy profesor de tiempo completo. Estoy aquí para compartirles las medidas de seguridad que hemos implementado en la escuela ante la contingencia de la que ya todos saben, entre ellas al guardia que seguramente vieron en la entrada del campus. Por favor, no le hagan cara fea ni le nieguen el gel anti-bacterial cuando se los ofrezca, él está brindando un servicio muy importante para la comunidad…

El maestro miró el desconcierto de los pocos alumnos, y prosiguió el protocolo con notorio nerviosismo.

–Es muy importante que si presentan algún síntoma nos lo hagan saber de inmediato. Si tienen escurrimiento nasal, por ejemplo, que no tiene que ser mucho, con que afloje poco el moco… o si traen tos seca o sienten el cuerpo cortado… ¡Ah! Y si presentan infección de garganta, claro. Ahora bien, si alguno de ustedes tiene síntomas como éste, por favor díganlo ahora.

El salón permaneció callado. Algunos estudiantes voltearon a verse con aparente paranoia.

–¿Seguros? ¿Nadie? Bueno, si llegan a sentir alguno de estos síntomas hagan el favor de reportarlo y retirarse de la universidad de inmediato, o si ven que alguno de sus compañeros muestra alguno de estos síntomas, ¡denúncienlo! Jajaja, ahora sí que como si fuera un delincuente.

La risa histriónica del profesor no hizo más llevadera la tensión.

–Bueno, eso es todo de mi parte, gracias por el tiempo, profe. Son el grupo… 142, ¿verdad? Muy bien, y son…– comenzó a contar con el dedo–…diez alumnos. Ahora sí, listo. Estaremos realizando estas visitas en todos los grupos una vez por hora para actualizar la información.

Dimitri volvió entonces a su clase, pero a los veinte minutos de la visita del profe Raúl, otra maestra le hizo señas para entrar al salón.

–Hola jóvenes, mi nombre es Verónica, vengo a notificarles que, por decisión de la mesa directiva, las clases quedan suspendidas hasta nuevo aviso. Sé que la suspensión estaba programada para el lunes, pero el virus se ha propagado con tanta velocidad en las últimas horas que tendremos que adelantar la cuarentena prevista por la Secretaría de Salud.

La clase concluyó, y Dimitri y los alumnos se retiraron del aula, algunos con pánico y lágrimas en los ojos, otros con la incredulidad que asalta la conciencia cuando la muerte de un familiar interrumpe la cotidianidad.


Dimitri conducía por la ciudad pensando en las probabilidades de que el virus hubiese llegado justo en este momento de su vida. En la radio se escuchaba “I Found A Reason” de Velvet Undergound, una canción que entonaba a la par que veía como los negocios de la avenida principal cerraban las puertas de sus establecimientos.

Pues bueno, ha llegado el momento…–, pensó para sí, moviendo la cabeza al ritmo de la canción. Tras detenerse en un semáforo tomó el celular y comenzó a ver las noticias difundidas por las redes sociales: “Reportan saqueo en tiendas departamentales”, “Trump advierte que mandará militares a resguardar la frontera con México”, “Coronavirus, imparable en todo el mundo”, “La OMS propone como obligatorio el uso permanente de cubre bocas”, “¿El inicio del fin?”. Si había dudas en su mente sobre lo que tenía que hacer, éstas quedaron por completo despejadas.

Dimitri estacionó el carro, tomó un respiro y volteó a ver la casa amarilla que tenía dos meses sin visitar. Con la ansiedad a tope se acercó al portón y tocó el timbre. A su cabeza vino una canción de Billie Holiday que había escuchado por la mañana. Al otro lado de la calle una familia bajaba con desesperación numerosas bolsas de mandado y abundantes paquetes de papel de baño. Escuchó pasos acercarse y sintió cómo su corazón se le salía del pecho. Alicia abrió la puerta.

–Vine a pedirte una disculpa…– empezó Dimitri. En la esquina de la cuadra un tanque militar anunciaba con un megáfono el inicio del toque de queda.

– ¿Puedo pasar?

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