Un Federico Campbell personal (En sus ochenta años)
- 01 Jul, 2021
- Cosas del ayer
Por Leobardo Sarabia
-
Lo conocí mientras se filmaba una peliculita de divulgación histórica, Tijuana entre dos mundos, en la que participamos ambos. Él era presentador ante cámara de las secciones, yo, un pianista del Casino de Agua Caliente. Curioso, lo suyo era el discurso real sobre Tijuana y lo mío, una ficción. Era 1986.
-
Antes, yo había publicado reseñas de Pretexta y Todo lo de las focas, en la sección cultural del semanario Zeta, a mediados de los ochenta.
-
En esos años, Federico Campbell sacaba mucho el tema del escritor impedido, paralizado (la tesis del “ecrivain manqué”). La amenaza de la esterilidad literaria. Le echaba la culpa al trabajo demandante del periodismo.
-
A fines de los años ochenta, consigo su libro Infame turba, y me encanta su visión de la gauche divine de Barcelona. La sucesión de retratos es estupenda, como efigies grabadas en monedas. El lazo áureo entre dos literaturas, la española y la de América. La Conexión Atlántica.
-
En ese libro, admiro su destreza como entrevistador: ingenioso, sistemático, con un plan de ruta, empatía con el personaje, observaciones cinéfilas y literarias; con habilidad para conectar los mundos simultáneos de literatura, política y cultura pop.
-
A fines de los años ochenta, publicaba textos cada semana en el suplemento de “La Opinión”, en los cuales perseguía la presencia de Tijuana en las novelas del género negro (Hammett, Chandler, Cain, Thompson).

-
Figura en su literatura la silueta de sus padres. Federico Campbell Mayén, telegrafista y Carmen Quiroz, maestra de escuela. El trayecto rural-urbano se cumple a fines de los años treinta e inicios de los cuarenta. De la sierra de Sonora a la ciudad fronteriza. Federico vuelve al ámbito familiar con frecuencia. Preferencia por sus hermanas, Sarina y Silvia.
-
Escaso registro de su paso por el Instituto Técnico Industrial de Agua Caliente, donde cursó estudios. Chapuzones en la alberca del casino, aterrizaje de Cessnas en la colonia Aviación, las clases con el “Geos”, el profesor español. Queda el registro de una foto de graduación, con una veintena de muchachos (Luis Mundo Cortés, Enrique Luna, Ricardo Gibert, entre otros). Seriecitos, con tuxedo y bow tie.
-
Su conexión con el universo Chandler tiene nombre y circunstancia: Juan Rodríguez, editor de “La Comunidad”, en Los Ángeles, California.
-
Memoria de la detestable pandilla juvenil “Los Pegasos”, que le tocó conocer en la colonia Cacho, en las páginas de Tijuanenses; son reconocibles Xico Leyva, Quico Valdez, el Mickey Banuet y otros. Ya desde jóvenes: gandallas, impunes, despiadados (mientras oían “Oh Blueberry Hills” de Fats Domino).

-
Su recuerdo más distante: el niño Federico observa desde el porche de su casa, atrás de la escuela Pensador Mexicano, una avioneta que se estrella en las laderas de Otay.
-
Un día lo acompañé a visitar la casa de la infancia en Rio Bravo, Colonia Revolución. Extrañamiento, curiosidad, anécdotas recordadas, indagación por viejos vecinos (los Valenzuela).
-
Viejos amigos suyos en Tijuana, Jacinto Astiazarán, Luis Mundo Cortés y Ricardo Gibert.
-
Materia para una leyenda local: el encuentro de Campbell con el profesor Vizcaíno en el Café del Nelson, a inicios de los años setenta.
-
Ante una propuesta de un doctorado Honoris Causa de la UABC, fue evasivo, casi desinteresado.
-
De sus recuerdos infantiles crea una Tijuana literaria, con asidero en el mundo de la ficción y en los procesos de trasmutación de la memoria.
-
Discreto, elegante, dandy al viejo estilo: trajes de lino, chaquetas, corbatas combinadas, sombreros panamá, colores neutros. Mochila de cuero. Parecía un personaje de John Le Carre o Graham Greene (con un toque a la Zoot suit).
-
En un artículo juvenil propuso la expropiación del Club Campestre, allá a fines de los cincuenta. Pedía situar ahí una ciudad universitaria con sus espacios, teatros y escuelas. En su propuesta, la Facultad de Medicina estaría donde se halla ahora el hotel Marriot. La realidad imita a la literatura y poco más de una década, en 1971, contingentes estudiantiles tomaron el Campestre con idénticas demandas.
-
Como proyecto editorial La máquina de escribir es generoso y lo conecta con la nueva generación de escritores mexicanos; la experiencia de la edición independiente como economía de guerra.
-
Su personaje principal de Pretexta, el profesor Álvaro Ocaranza, tenía algo de Julio Scherer y del maestro Rubén Vizcaíno (y una pizca de Daniel Cosío Villegas). Lo dice Campbell.
-
De la tierra natal. Tijuana era su fetiche, su talismán narrativo, el acelerado reino de sus ficciones, la Itaca del regreso.
-
Cuando fui designado agregado cultural en San Francisco, me aleccionó sobre qué hacer en San Rafael, Mission y en Marin County. Me recomendó sitios en la Market Street, un bar en North Beach (el Vesuvio), el Instituto Italiano de Cultura, cerca del Grant Avenue, enclaves hippies qué evitar o disfrutar, novelas alusivas y amigos residentes en la zona.
-
Sonora siempre estuvo en la memoria, en homenaje a su estancia adolescente. En textos y conversaciones, los nombres de Ures, Navojoa, Altar, Obregón, Caborca, Nogales, el enésimo pueblo yaqui.
-
Compartimos el apellido materno Quiroz; eso nos hacía parientes, bromeaba. Y aludía a su rama de los Quiroz de la sierra de Sonora, algunos de Ures Yo le decía que los míos eran de esa misma sierra, pero más al sur, casi rozando con la costa del Pacífico, en el rumbo de Cosalá.
-
La Clave Morse es un homenaje doble: al padre y al telégrafo. Una de sus narraciones más autobiográficas.
-
En la década de los noventa se interesa vivamente por la técnica del guion. Imparte cursos y talleres, invitado por instituciones del noroeste de México. Quizá escribió una media docena de guiones sobre Tijuana y temas conectados (migraciones, cultura popular y sitios históricos).
-
Una continua evocación del territorio de Baja California: Guerrero Negro, las misiones jesuitas, la ruta de San Ignacio y Loreto, las tonalidades del mar Pacífico (“espumoso mar siciliano”). Conocimiento asombroso de las serranías. Alusiones al borrego cimarrón y a las vedas de pesca en el Alto Golfo de California. Hablaba tanto de Santa Rosalía, que parecía originario de ahí. Caminos a La Paz, al Finis terrae. Un título como homenaje: Transpeninsular.
Rubén Vizcaino, Federico Campbell y Leobardo Sarabia.
-
El cine de los años sesenta era un mural y un espacio de aprendizaje: la mirada cínica o inquisitiva a la Lee Marvin, atmósferas de Un tranvía llamado deseo. La masculinidad extraída de la gestualidad de Marlon Brando, Marcelo Mastroianni y de escenas de “Rocco y sus hermanos”.
-
Solían llegar a mis distintos domicilios sobres de papel manila, postales con su familiar caligrafía y un mensaje lacónico o sugerente. Viajero en Estados Unidos y Europa, de allá llegaban esos envíos, con los ritos de la religión epistolar cumplidos cabalmente.
-
A las conferencias que se le invitaban, siempre creía que no acudiría gente. Y aunque hubiese un nutrido público, decía: “No vino siquiera el profesor Vizcaíno”.
-
El Foro Cultural Ciudadano de Tijuana lo propuso como Creador Emérito de Baja California 2009.
-
Lector ávido de todos los géneros literarios; tenía sin embargo, cierto pudor o asumidas limitaciones con la poesía.
-
De los seriales norteamericanos extraía una visión actualizada del sistema político y la cultura estadunidense (“The West Wing”, “The sopranos”, “Six Feet Under”, “House of Cards”).
-
Alguna vez me habló de su psicoanalista con tanta minucia y respeto. Yo lo imaginé como un anciano silencioso, sabio, poco expresivo. De inmediato, quise ser su paciente.
-
Lector no exclusivo sino simultáneo. Una vieja entrevista de Javier Aranda Luna refleja sus lecturas en un momento dado: Ibargüengoitia, Auster, Rubem Fonseca, Umberto Eco, Luis González, Doctorow, Sciascia. “El contexto” esquina con “The Dessert Revolution”. (Véase Biblioteca personal. 51 escritores).
-
Pocos años antes de morir, quizá escombrando su biblioteca, me regala parte de su colección de revistas francesas: Lire y Magazine Litteraire, algunas de ellas dedicadas al Polar, la narrativa policial.
-
Usuario activo del correo electrónico. Otro territorio Campbell, de encuentro, amistad y nuevos proyectos. Hace poco revisé nuestros correos electrónicos. Títulos de canciones, nuevos libros, traducciones y en forma invariable su artículo en La Jornada semanal o en Milenio. Militante del email.
Aspecto de la ceremonia de Creador Emérito de Baja California 2009
-
Identidad de traductor. No se ha indagado lo suficiente, pero Campbell en los años sesenta empieza a publicar sus traducciones en Cuadernos del viento de Huberto Batis. Poco después, realiza traducciones de autores teatrales: Harold Pinter, David Mamet. Y sin olvidar a los casi locales, los estadunidenses Richard Bautrigan, Lowell Blaisdell, Mike Davis, entre otros.
-
Va en seguimiento de Fernando Jordán en su trayecto peninsular y se encuentra de lleno con la Baja California profunda.
-
Ni qué decirlo. Su encuentro con Leonardo Sciascia fue un detonante intelectual. La lectura de sus páginas supone un magisterio inmediato, un surtidor de temas urgentes y decisivos.
-
Vecino querido en La Condesa. Al visitarlo nos llevaba a cafés tradicionales, a la comida persa o cubana, a las amigables cervecerías con el televisor encendido a la hora del futbol. Casi no fuimos a sitios hípsters, sin que hubiese un rechazo deliberado.
-
De su conocimiento de la lírica popular, las migraciones en el orbe rural-urbano, de los estudios de gente como Luis Astorga, anticipó la irrupción del narcotráfico en la cultura urbana.
-
Padre ejemplar. Beneficiario y testigo implicado: Federico Campbell Peña.
-
Uno de sus mayores miedos: la pérdida de la memoria. Federico Campbell se obsesiona un tiempo con el Alzheimer, que es en la práctica la desaparición gradual, definitiva, inexorable de la memoria.
-
Relación en contrapunto con los mitos literarios nacionales. Afecto, respeto y amistad con Juan Rulfo, desencuentro con Paz (hubo un mensajito colérico del poeta), distancia con Carlos Fuentes, indiferencia con Monsiváis. Veneración por Julio Scherer, actitud de discípulo con Vicente Leñero.

-
Su encuentro y matrimonio con Carmen Gaitán Rojo, le dio estabilidad, alegría, seguridad, proyectos compartidos, tierra firme.
-
Una de las últimas visitas a su casa de la calle Jojutla, en La Condesa, ecos de una conversación: los paramilitares desmovilizados en Colombia, los periodistas vigilados por guardias policiales (al estilo de Blancornelas o Roberto Saviano), psiquiátricos en la Rumorosa, de nuevo el caso Mattei y la obsesión nazi con Olga Benario (esposa del dirigente Luis Carlos Prestes).
-
En 2014, el Ayuntamiento de Tijuana lo designa presidente honorario de la Feria del Libro de Tijuana. Ya no alcanza el tiempo para disfrutar su presencia en los pasillos de la feria.
-
En esa feria del libro se impartió un divertido taller infantil de periodismo, con un ejercicio sacado de su libro Periodismo escrito. Los niños inscritos editaron el periódico “El Tijuanense”.
-
Su muerte, injusta y repentina, por contagio de influenza, fue una triste noticia para quienes lo queríamos y esperábamos a un Campbell creativo, escrutador y gentil, durante muchos años más. CDMX, 15 de febrero de 2014. Un anticipo del aleteo viral, de la tremenda embestida del Covid 19 en el año 2020.