(Relato) “Dos espíritus bailan extraño” de Néstor Robles
- 09 Dec, 2020
- Artes
La verdad es que la música llegó a Juan de una manera predeterminada, al igual que a muchos adolescentes: por casualidad y por amor. ¿Les suena la campana? Sabía que el cuarteto existía, pero hasta ahí.
Por Néstor Robles
Para Luis Humberto Crosthwaite
- La morsa
La gente espera. Beben con paciencia. El tiempo es lo de menos. En noches como éstas puede darse el lujo de tardarse una hora, quizá dos, para salir. Que aguanten. Pocas veces tienen la oportunidad de ver a un muerto viviente en el escenario. Un mesías que idolatran sin dejar descansar en paz. Hoy es el gran día; hoy le toca ser el héroe de la clase obrera.
Esta noche soy él-como-tú-eres-él-como-tú-eres-yo-como-todos-somos-juntos.
Hoy le toca ser la morsa: Goo goo g’joob.
Una luz en el centro del escenario.
Aplausos.
- In his life: hechos y coincidencias
La música lo sigue desde el vientre de su madre. Él no lo recuerda, pero le acercaban una bocina de plástico que emitía un rock and roll británico. Retumbos que le llegaron al corazón recién formado y, valga decirlo: lo formó.
Llegó al mundo un 9 de octubre, primera coincidencia; que lo llamaran Juan Walter Lozano, fue la segunda; el perfil griego que tanto le achacaban, la tercera; el remate: le rasgaba la barriga a la guitarra con gran acierto; el contrarremate: soñaba que iba a morir a manos de un fanático enardecido.
La felicidad, piensa, es un arma caliente.
- Todo mundo sabe que la música es amor
La realidad es que Juan Walter Lozano nunca se interesó por la música cuando era niño. Al contrario, detestaba el ruido: el de la licuadora, el de la estática de la televisión, el de la mujer o el hombre contando chistes malos en la radio… a la menor provocación, se tapaba los oídos a manera de protesta.
La verdad es que la música llegó a Juan de una manera predeterminada, al igual que a muchos adolescentes: por casualidad y por amor. ¿Les suena la campana? Sabía que el cuarteto existía, pero hasta ahí. No los escuchaba, no se sabía las canciones, no coreaba con sus compas.
Cintia estaba ahí sentada, en la banca cerca de la cafetería de la prepa, con una guitarra entre las manos, tratando de leer una partitura: “All you need is love”. La música, pues, lo llamó y lo armó de valor.
—Hola, hola, mucho gusto, Juan Lozano.
—Mucho gusto, Juan, soy Cintia. ¿Juan, de verdad?
—Sí, ¿por qué?
—Qué chistoso, te pareces al Juan que tocaba con los Beatles: el Juan Lennon.
—¿Los Beatles?
—Sí, menso, no me digas que no sabes quiénes son los Beatles.
—Sí… sí sé —dijo: pero no era del todo cierto.
Tuvo que inventar una excusa para ir y documentarse. Fue como verse en el espejo por primera vez.
- Dentro de ti, afuera de ti
La transmutación comenzó la tarde en que Juan tecleó la palabra Lennon en el buscador de internet. El multimedia sobre su vida era infinito. Se desveló viendo entrevistas, documentales y videos musicales. Miraba su reflejo, actuando sus gestos, su manera de hablar, sus movimientos. Esa misma noche, Juan Walter se convirtió en John Winston.
Así, vestido en pantalones de mezclilla con la bastilla doblada hacia afuera, y una chaqueta de cuero, acudió a su amigo, Pablo, para hacer una banda que rendiría tributo a los Beatles. Se hicieron llamar La Banda de los Corazones Solitarios y el éxito fue instantáneo: los contrataban para fiestas, y eventos en parques y plazas comerciales.
Resaltaba el show de Juan porque ofrecía una oportunidad a los fans que nunca vieron a John en vivo, pues era su mimesis: divertido, espontáneo pero arrogante, un rockstar, pues.
La familia, sus amigos y Cintia le comenzaban a cuestionar quién era en realidad: ¿Juan o Juan? Ni él mismo lo sabía ya. Soy el Dr. Walter O’Boggie, contestó alguna vez, harto, y decidió abandonar todo. Se marchó con su guitarra a recorrer el mundo.
- Actuar natural
—¿Cómo ganaste el concurso de dobles, Yon Walter, cómo venciste al Elvis?
—I acted naturally… —contestó, detrás de esos lentes oscuros de lente redondo, mascando chicle, acento británico—. That’s all I do, man: actúo natural.
—Cuando te bajas del escenario, ¿quién eres?
—Un hombre de ninguna parte.
El concurso de imitación le había abierto todas las puertas del showbiz. Pero lo cierto era que el horizonte se estaba perdiendo. Después de pasar una temporada solo en una colina, decidió que ya era tiempo.
- Sólo creo en mí
Para cumplir su destino, Juan puede hacer cualquier cosa. Pero decide meterse con la esposa de un japonés. Acepta el karma instantáneo.
Yon Walter no existe debajo del escenario: él es allá arriba. Esta noche se despide.
—En nombre de la banda, quiero agradecerles por escucharme. Espero haber pasado la audición.
Dese el fondo del bar de la calle sexta, vemos el resplandor emitido por la cámara de un revólver.
Todos nos quedamos ciegos.
- Aislamiento
Una luz al final. Y una voz: Ah! böwakawa, poussé, poussé.
John abre los ojos.