Mi gran amigo Óscar; una especie de oda a la amistad
- 11 Oct, 2020
- Opinión
Mi amigo Óscar Amézquita era un vato bien chingón y especial. Tenía la particularidad de que no le gustaba salir de su amado “rancho”, San Juan del Río (Querétaro), pero nunca dejaba de estar al tanto de sus amigos lejanos, como en mi caso. Nuestra amistad fue muy corta (yo hubiera querido tenerlo más años), pero fue sólida, llena de mucha hermandad y claro ejemplo de lo que significa ser buenos amigos; amigos del alma.
Por ahí de noviembre de 2010, Óscar me contactó vía Facebook invitándome a su querido San Juan, para que fuera a presentar un librillo de cuentos, titulado What is the fucking problem?, que por ese entonces recién había publicado, además de presentar la revista Clarimonda, que tanto le gustaba. No nos conocíamos entonces, personalmente, pero ambos sabíamos de nuestros quehaceres literarios y de inmediato acepté la propuesta.
El evento se dio el sábado 4 de diciembre, de ese mismo 2010, en el bar Casino, en donde conocí a otra parvada de chingones amigos: el profe Eliud Martínez, Toño Ángeles, el Fer Roque Soto, Juan Rock, y otros más que, juntos, se hacían llamar el Klan Kultural Kaníbales. Puro compa macizo que esa noche hicieron de mi estancia y presentación algo muy especial.
Fiel amante y seguidor de la revista Generación, de Bukowski, Hocico, los fanzines, la cerveza, el punk, la contracultura y, por supuesto, los libros, además de su gusto por mi querida Clarimonda, el Óscar y yo conectamos en chinga; generamos un vínculo muy cabrón que solamente te lo da la amistad sincera y retroactiva.
Después de ello regresé dos o tres ocasiones más, unas por consecuente invitación y otras por puro gusto de volver a ver esos tremendos Kaníbales y todas las veces fueron igual de chingonas. En una de ellas, recuerdo bien, me quedé a dormir en un lugar del que después supe, era como su búnker, al que nadie entraba, solo personas especiales.

El lugar era una casa llena de revistas, de libros, de recortes de periódicos, de discos, de más revistas, más libros por doquier, infinidad de cosas que hoy sin duda tienen un valor importante y significativo que ha quedado como su acervo. Haberme abierto la puerta de su búnker fue la clara muestra de la amistad y confianza que me tenía y eso, eso siempre lo voy a valorar un chingo.
El 22 de junio de 2018, abordé un camión con destino a Ensenada, fui, invitado por otro buen amigo el Iván Gutiérrez, porque impartiría un Taller de Periodismo Musical. Como había olvidado descargar las capetas de música en mí celular, no me quedó más que escuchar lo que la pantallita de mi asiento traía programado.
Me encontré con una carpeta que decía “Alternativa” y me fue escuchando cada una e las canciones; entre la lista, salió una de la banda Anathema llamada “A simple mistake”, que en chinga me atrapó. La letra coincidía tal cual con una situación que andaba pasando y me quedé con ese detalle.
El domingo 22, una vez que había finalizado el taller, desperté donde me estaba hospedando y un mensaje de una amiga, también de San Juan, me enteraba de la triste noticia de que Óscar había fallecido. Sabía que mi amigo estaba enfermo, pero no sabía a qué escala y mucho menos con conciencia de que eso en algún momento podía suceder. Me cayó como madrazo bien puesto haberme enterado de ello.
La felicidad y emoción que tenía por lo realizado en el taller se me vino abajo, los pensamientos se me nublaron y cuando abordé el camión de regreso a casa, nuevamente apareció la rola de Anathema. No me pude contener y todo el pinche camino lloré y lloré como no lo había hecho, quizá, desde que había fallecido mi abuela.
https://www.youtube.com/watch?v=IIzU5-ZvYlw&ab_channel=GymLiveIR
Repetí la misma canción, una y otra vez. Una parte dice “It’s never too late…”, “Nunca es demasiado tarde…”, la cual llevo tatuada en mi brazo izquierdo, siempre como un recordatorio de que la vida un día se va, pero nunca será tarde para remediar, para hacer lo que siempre quisimos, para entablar una amistad, para mandar un mensaje solidario… para amar. También como recordatorio de mi gran amigo Óscar.
Escribo todo esto, porque hoy me salió un recuerdo en Facebook en el que Óscar me etiquetó en una foto, en la que él y yo estamos en uno de los varios cotorreos que tuvimos en su querido San Juan del Río, y porque justamente ayer, platicando con una linda chica, le recalcaba el peso significativo y la importancia que tanto le doy en mi vida a la amistad.
Lo que no le dije fue que, ese mismo peso, cae como valde de agua fría cada que uno de esos amigos muere y como cala hasta las entrañas el saber que ya no estarán en vida, aunque aún así, uno asume las circunstancias por un buen amigo. La amistad es una responsabilidad muy grande que hay que tomársela en serio y con responsabilidad. En el camino muchos llegan y otros se van, pero solo los buenos se quedan y a esos hay que cuidarlos.
