Más de medio siglo de estigma: La marihuana y el primer rock mexicano

  • 08 Apr, 2021
  • Tocho Morocho

La marihuana y el rock, dos elementos que han ido abrazados desde hace más de 50 años, víctimas del estigma de una sociedad que tardó en comprender a sus consumidores. ¿Cómo sobrevivió la relación marihuana/rock en México, un país que penalizó ambas durante la cúspide de los movimientos musicales más importantes de la historia?

La nota me llevó a investigar un par de antecedentes respecto a la prohibición de la marihuana en México. Resulta que hasta finales del siglo XIX, la marihuana, junto con otras drogas como la cocaína, la morfina y el opio, eran legales. Sus usos medicinales eran bien conocidos por los médicos mexicanos y a pesar de existir regulaciones, no existía una penalización estricta hacia la marihuana.

Fue hasta 1920, cuando el Estado mexicano publica el decreto “Disposiciones sobre el cultivo y el comercio de productos que degeneren a la raza”, en el que se regula de manera más estricta la importación de opio, morfina y heroína, pero se desconocen los usos medicinales de la marihuana y se prohíbe totalmente su cultivo y comercio. Todo esto bajo la influencia de las decisiones de Estados Unidos respecto a la marihuana.

A partir de ello, se fue tejiendo una historia de estigmatización hacia la planta y sus consumidores a través de las décadas en México hasta que llegamos a los años 60, década en la cual el rock comenzó a volverse un movimiento no solo musical, si no también social y por lo tanto, una molestia para el Estado mexicano.

Durante esta década, el rock, que era cada vez más contestatario, comenzó a ser satanizado por la derecha mexicana. Acusaban a los jóvenes de escuchar música y consumir sustancias que iban contra la moral del país. Pero ni siquiera el estigma detuvo el primer movimiento de rock mexicano “La Onda Chicana”, encabezado por artistas como Javier Bátiz, Peace & Love, La Tribu, La Revolución de Emiliano Zapata, Three Souls in My Mind, entre otros.

Con satanización y todo llega el año 1971, tan solo tres meses después de la Matanza del Jueves de Corpus y tres años tras los sucesos del 2 de octubre, y se realiza el festival Avándaro, llamado por algunos el “Woodstock mexa”, justamente en el mismo año en el que México firma el tratado internacional por la Convención sobre Psicotrópicos en Viena, en el cual se amplía el control internacional sobre 100 sustancias sintéticas.

El Festival, el cual fue pensado como una carrera de autos en el cual tocarían un par de grupos, contó con la asistencia de alrededor de 300 mil jóvenes, en su mayoría hippies. 

Avándaro contó con 11 actos: Peace & Love, El Epílogo, Three Souls in My Mind, Los Dugs Dugs, La División del Norte, Tequila, El Ritual, Los Yaky, Bandido, Tinta Blanca y El Amor.

Graciela Iturbide, fotógrafa mexicana, comentó en una entrevista realizada por El País que “fue muy exagerado todo lo que se dijo. No hubo ni sexo, ni drogas. Se fumaba mota, eso sí, y alguien tendría sexo, pero no lo veías. Eso fue todo”. Con este suceso, el gobierno tenía la excusa perfecta: Los jóvenes que escuchaban rock fumaban marihuana y tenían sexo inmoral. Y a partir de ahí, el rock vivió su momento más oscuro en México.

De ahí le siguen los hoyos funky, tocadas realizadas clandestinamente en bodegas o sótanos abandonados, en los cuales tocaban bandas como El Tri, Los Dugs Dugs y Javier Bátiz, además de algunas bandas de punk. No podía faltar el consumo de inhalantes y de marihuana. Los hoyos funky convirtieron al rock en la contracultura mexicana y mostraron un estilo de vida menos complaciente con lo que la sociedad esperaba en aquel entonces de sus jóvenes.

En los 80s, el panorama fue más esperanzador para el rock mexicano, tras la llegada de una nueva ola de todo el continente entre los que se encontraban Soda Stereo y Miguel Mateos. Pero la marihuana necesitó un par de décadas más para al menos abrir un debate sobre la legalización.

A pesar de eso, nunca ha faltado el que está en su cuarto escuchando un vinilo de Caifanes mientras se fuma un “churro” o el que comparte el “toque” en un Vive Latino, mientras El Tri está tocando alguno de sus hits. Aún después de 50 años, no hay rola rockera que no se disfrute con un poco de mota. 

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