La última canción: Tres poemas de Marcelo Moreyra (Mujercitas Terror)
- 26 Jan, 2018
- Música
Dentro de la banda argentina Mujercitas Terror, desenterramos notas, cadáveres de un Punk graso, de ultratumba o garage, y un rockabilly cadencioso, como para bailar con Satanás a la luz de la luna —parafraseando al dialogó del Joker (Jack Nicholson) en el 'Batman' (1989) de Tim Burton—. Pero también hallamos actitud y mucha profundidad.
Por Alfredo Padilla
En esa tumba se encuentra el sonido de 'The Cramps' o la lírica de Peter Murphy, pero también la literatura de H.P. Lovecraft, Richard Matheson, Clive Barker, Ramsey Campbell y Thomas Ligotti. Una poética oscura que Marcelo escribe para Daniela Zahra (bajo y voz) y Federico Losa (batería) —los demás integrantes de la banda—, y para aquellos espectros grises que escuchan las modulaciones de la música sombría tres metros bajo tierra: niños, mujeres y mayores infortunados, expirados todos, asesinados por la locura de una naturaleza sanguinaria.
Marcelo es un ente errabundo, una aparición que vaga tras la oscuridad de Ronnie Self y su alcoholismo, de los comportamientos erráticos y los incidentes violentos en el escenario; un vidente a priori de los episodios de 'The Twilight Zone', y un escucha mórbido de la enfermedad lírica de Hasil Adkins —el cortador sonoro de cabezas huecas—; un fantasma al que las películas románticas de vampiros y los cultos umbríos lo han llevado a fundar de igual forma a 'Envidia', proyecto que comprende un canto corrosivo de un folk melancólico, triste, como para hacer llorar a la desdentada en los brazos de la Piedad.
Parte de esta oscuridad semiótica son sus poemas, de los cuales me ha confiado tres, que serán integrados en su primer libro —atentas, editoriales—. El poemario consta de las letras más oscuras y descompuestas de Marcelo, que sin riffs, cuentan las historias más tétricas del amor, la locura y la muerte.
Sátiro demente
Un sátiro demente diferente de la gente
Enano y jorobado anduvo todas las noches
Que tú no andarás
Él no tuvo miedo de blasfemar uno a uno
Sin pensar en la inocencia del errante
Llenó sus silencios de interrogación del intelecto
Mientras lo golpeaban un poco se pensaban la vulgaridad
Por no entender del enemigo de su mente
Usaba colores de bandera
Y en una cajita el dedo de su abuela
Que al llevarla suspiraba
Ya del hombre se vio todo
Nada nuevo se verá
Decían pero sabían
Que no decían la verdad
Te abandono en la carrera en la calle y en la brea
Pega el sol de la prisión
Fantasmas de malvados ven la escena
Estoy solo y pienso y golpea el corazón
Qué crees que no soy yo
Que no puedo adolecer
Porque no estoy muerto,
con la fauna a sus espaldas,
el pie de cabra se aleja
al viento sus pelos pegados
No tener nada asfixia, cuando pasa muchas veces
Otro pueblo encontrará para resucitar
Otros banquetes de pequeñas copas
Si nada era importante
Llenos de odio los que esperaban algo
En soledad muere el deseo.
La silla servida
Las moscas se posan en ti
porque las moscas se posan en mí,
porque estamos rodeados
por los aires de la vida detenida
Tu sangre descolorida
en la silla servida
espera por mí.
Cubre tu boca
una mano del pantano
Tu vida a 100 metros del lago
no habita en el mal del cuarto
La silla servida se aleja,
alfileres en el cuerpo
que se clavan sin piedad
tienes ganas de gritar y olvidar.
En el pesado verano,
insectos circulan por atadas manos
Así yo estoy,
hundido, aislado, perdido,
sin piedras para arrojarte.
-¿Él no va a ningún lado hoy?
Ella dice no,
del hijo que murió.
Así yo voy,
flotando, aislado, perdido…
Bolsas en la puerta
rompen el nylon estirado,
enterrado en el cuarto
—Hijo ve a verla
Así yo cruzo en la arena;
aislado, perdido,
sin piedras para arrojarte,
mientras mi cuchillo cae
yo voy a visitarte
Hundido, aislado, perdido…
sin piedras para arrojarte.
La última canción
Olor a pegamento donde hubo una familia
A rosas secas, tu amor prohibido
A materiales, las ruinas del fondo
A cera y lámparas, cerca del piano
A comidas caras, en la estatua de la flauta
A goma y plástico, en navidad
A bicho y barro, en el pocito
A grasa seca, en el carbón
La última canción
debe ser un recuerdo,
una historia sin victoria,
un altar en el tiempo destruido,
el reflejo del cristal maldito
Tu adopción mental termina,
un reflejo en el cristal sucio
Muertos en la foto del piano.