La gran broma final; un relato de Juan Carlos Hidalgo

  • 06 Jul, 2017
  • Tocho Morocho

Juan Carlos Hidalgo - autor - Erizo.org

A veces las canciones expresan esa preocupación por encontrar el rumbo. Hacen las veces de una especie de brújula para tratar de orientarte. Son solamente un intento porque no hay garantía de que llegues hasta algún sitio concreto.

 

Dejan los tambores de tocar

y un gong anuncia la retirada

 

Entre los humanos los secretos son inagotables. Por más que digas que guardas cercanía con el otro, nunca terminas por conocerlo de verdad. Siempre habrá cosas no dichas, detalles vergonzosos que sueles saltarte. Lo más seguro es que decepciones a la otra persona y que ésta vaya por el mundo diciendo que jamás te entendió. En ese momento vuelves a ser el extraño con el que trató al momento de conocerte.

Es tan relativa la intimidad y la cercanía. Uno termina por crear tantas estratagemas como sean necesarias. La del tipo sensible al que no le salen las palabras, la del maldito que va sobrado de versos inflamados, o el adicto que terminará al borde de cualquier traición si es que se encuentra desesperado. En lo personal, nunca tengo claro cuál de todos será el que suba al escenario cada noche.

Hay gente que no soporta ese tipo de sorpresas, que no le sientan bien las bromas no planeadas. Como figura pública uno piensa que tus colegas conocen tus capítulos más desafortunados, los estropicios que casi quisieras olvidar, pero resulta que están más preocupados por resolver sus propios problemas. No puedes esperar que te tengan conmiseración o un poco de piedad; ellos piensan que se trata de un pulso de igual a igual, una lucha de fuerzas en la que cada parte busca salir lo menos jodida posible.

—Julián, me pones otros dos gin tonics, ¿o quieres beber otra cosa?

 

Se discute la capitulación

mientras de fondo suenan carcajadas

 

La contradicción es lo que define el destino de un hombre. Un día te sientes honesto y respetable y al otro eres capaz de olvidar tus creencias. ¿Qué tan rápido ocurre? Eso depende del grado de desesperación. Pero parece algo inevitable. Ya no me duele contar que me prostituí para ganar dinero. A veces lo haces en un callejón oscuro, en un cuarto de hotel o encima de un escenario. Terminas por usar tu cuerpo. En ocasiones tu boca, en otras tu trasero, aunque para la gente es más elegante que recurras a la garganta y cantes.

Al menos cuando tienes sexo por dinero cobras en ese momento, pero cuando das un concierto o grabas discos tienes que esperar muchísimo tiempo para saber si obtuviste unas monedas. Te hacen unas cuentas chinas y te rebajan gran cantidad. Te dicen: debes considerar que existen muchos gastos. Al final, hay un montón de intermediarios que se benefician y que obtienen dinero casi sin despeinarse. Ellos no saben del vértigo antes de treparte a tocar. ¡Qué les importa si en alguna canción te has dejado el pellejo! Si en otra está atrapada una historia que te hiere. Siempre me acuerdo de la canción que le hice a mi padre después de su muerte. Jamás lo entendí en vida, nunca comprendí sus intenciones. Te digo. En una época fue un luchador férreo y luego pactó con su enemigo y encontró un trabajo cómodo y bien remunerado. Sus viejos compañeros de causa no se lo perdonaron. Tenía más dinero pero en el barrio nadie lo respetaba. Una vez que te vendes tienes que disfrutar el haberte convertido en una meretriz.

 

Obtuve por mi miedo a no padecer

cinco años de indolencia

 

Me he acostumbrado a no tener que dar explicaciones, a seguir mis instintos. Al menos supe cuándo desbaratar mi banda. Hicimos algo interesante con todo y que cantábamos en inglés. También me atreví a publicar algunas canciones en asturiano. No encuentro nada mal en dar una repasada a la tradición. Aunque muchos se nieguen a reconocerlo guardamos cierto contacto con la tierra en la que nacemos. Dentro de nosotros hay algo de nuestros antepasados; llevamos dentro a muchos muertos. Eso no se puede negar.

De cualquier manera me he cuidado de ir haciendo una autobiografía musicalizada. No he tenido dificultad en encubrir lo que importa de verdad. Cada vez que te cuelgas una guitarra y subes al escenario te encuentras en una posición completamente vulnerable. La gente puede soltar una bravuconada que te desmorone. No es sencillo alejarte de la pesadumbre de muchos cantautores. Es un término detestable. Durante años esos tipos se rodearon de manías y lugares comunes. Uno intenta diferenciarse y guardar las distancias pero no siempre se consigue.

 

Es la semana grande de la crueldad

y en nuestro honor celebran una fiesta

 

Pero digamos salud porque se me reseca la garganta. Te decía que, parado al frente de la banda y con el micrófono por delante, hay noches en las que uno quisiera ser un mago y poder realizar el viejo truco: Desparezca aquí. No siempre se te ocurre qué decir antes de empezar a cantar. Por eso es que en ocasiones no paro. Raras son las veces en que pueda contar algo que me deje satisfecho. Prefiero ser un tanto parco a la hora de hablar.

Pero si uno pudiera desaparecer, ¿a dónde iría? No es fácil que se te quite la timidez. Esta noche debo el parloteo a un poco de estimulantes. No están nada mal estas ginebras, ¿no lo crees?

[caption id="attachment_3336" align="alignnone" width="682"]Satan Rechazo mi Alma - Juan Carlos Hidalgo - Erizo.org Portada del libro de Juan Carlos Hidalgo, editado por Nitro/Press.[/caption]

Hay noches en que estás seguro que puedes hablar sin detenerte nunca. Lo sientes en el fluir de la sangre, en cada pulsación de corazón. Sientes que si te detienes te podrías quedar mudo para siempre. Me suele pasar que la gente con la que estoy me espabila porque parezco ido. Como mirando en lontananza, casi como un zombi, pero es que a veces se agolpan viejos recuerdos o, en sentido contrario, imagino las cosas por venir. Voy adelante en el tiempo y siento que estoy en una dimensión que es sólo mía.

 

Yo me limitaba a contemplar

la misma grieta de la pared

 

Conservar a salvo la individualidad no es poca cosa. He podido lograrlo siempre con los hombres. Al final del día hay una distancia insalvable. Dos universos que no se tocan. Con las mujeres es todo lo contrario; con gran facilidad te devastan y te quedas varado a la orilla del camino. Si dejas que te toquen en lo profundo pierdes el sentido de orientación y terminas perdido.

A veces las canciones expresan esa preocupación por encontrar el rumbo. Hacen las veces de una especie de brújula para tratar de orientarte. Son solamente un intento porque no hay garantía de que llegues hasta algún sitio concreto. Uno intenta especular, revisar, asomarse al interior para ver lo que hay. Depende lo que hayas construido con cada mujer: puede encontrarse un desbarajuste de cosas acumuladas o un páramo casi desierto con una edificación vieja a punto de venirse abajo. Uno termina siendo ese edificio inservible.

 

Alguien dijo: “habrá que demoler”

no sé cómo no lo vi llegar

 

Tuve que salir a toda prisa esta noche y buscar el refugio de una barra larga. Una mujer enfurecida siempre es peligrosa. Y más si te sorprende mientras recibes los favores carnales de alguna fan. ¿Para qué exigió tener su propio camerino si iba a terminar entrando al mío sin tocar?

En ningún momento hablamos de fidelidad y esas cosas. Supuse que a ella le quedaban bien claras las reglas de este negocio. En realidad, ni siquiera sabía el nombre de aquella acompañante. Me dejé llevar por la euforia que te invade cuando bajas de tocar. Si me encierro solo en el camerino me invade una especie de depresión que no es agradable. La otra fórmula es dejar que las emociones y la compañía fugaz prolonguen lo que se siente arriba. Un poco de cariño complaciente y gratuito en ocasiones no cae mal.

Cristina invadió mi privacidad y lo que vio no le pareció agradable. Pensé que se marcharía enfurecida, en vez de quedarse a armar otro follón y soltar golpes por todos lados. Tiene una pinta tan de gran dama que era impensable que contuviera tanta furia. Al camerino no le fue nada bien. Varias cosas se rompieron y para colmo había un fotógrafo que no tardó en sacar la cámara y hacer unas placas. Este tipo de escándalos venden bien. Aunque yo sea un tipo que venga del indie y me mueva muy por debajo de las grandes portadas, con Cristina es otra cosa. Ella es muy mediática. Una hembra tan deslumbrante como ella jamás puede pasar desapercibida. En este país aman los culebrones, así vayan acompañados de un poco de rock.

 

Ha cundido el pánico en Madrid

salen fotos en la prensa rosa

 

Como ves he preferido salir corriendo. Sin compañía peligrosa. Para muchos este bar puede que sea una zona sucia, pero sin duda yo lo encuentro como un refugio, un sitio seguro donde puedo platicar mis cosas sin parar. A veces esa distancia con alguien que te conoce casi de nada es la mejor coartada. Ya durante años me aislé y sólo obtuve la compañía de una jeringa. Esa felicidad es muy breve. He comprendido que sólo nos queda el lenguaje. Si uno es capaz de ordenar las palabras para decir algo más o menos coherente en una canción o un texto, es una paradoja que en persona no pueda soltar algo armado. Casi siempre he buscado la comunicación interpersonal de cuerpo a cuerpo, la conversación que se da a través de la piel y no ha sido una estrategia afortunada. La mayoría de las veces terminas devastado, al menos tus composiciones jamás te traicionan, permanecen ahí como algo tuyo y confiable —al menos eso creo—.

 

Puede que el tiempo me dé la razón

pero no queda tiempo, hoy es el día

en que dos planetas se estrellarán

 

¿Qué parte de la fama puede ser importante? ¿La persona puede preservarse del personaje? Todavía me cuesta creer que a alguien le importe algo más que lo que les cuento en las canciones. Cada una encierra un secreto privado, un universo propio con sus interrogantes. Nunca me he cansado de soltar preguntas e imaginarme dimensiones paralelas. Vivir otras vidas imaginando que te conviertes en alguien más. Eso ocurre cuando estás escribiendo. En otros momentos de evasión no eres nadie, no existes.

¿Acaso es que tenemos que asumir que estamos condenados a quedarnos solos? Uno hace lo que puede y espera que consiga llenar el vacío. No me gusta mirar atrás. No escucho mis discos anteriores. Si miro hacia el futuro sólo puedo entrever que ojalá y vengan unos pocos acordes y unas cuantas letras. No puedo imaginar nada más.

 

Cuando no es posible ser feliz

y te asustas como un animal

es el día de la gran broma final.

 


*“La gran broma final” forma parte del libro de cuentos Satán rechazó mi alma, editado por Nitro/Press, 2016. Agradecemos a la editorial por las facilidades para su publicación.

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