El Teatro y la peste; Un ejemplo para buscar la luz
- 05 Feb, 2021
- Desde la cuarta pared
El arte dramático ha tenido muchos cambios a lo largo de la historia. Ha mutado tanto como la raza humana, si se me permite esa reflexión. A veces sucedieron dichos cambios por la necesidad de entender, mostrar, y expresar de otra manera, de romper lo antiguo para generar nuevos y mejores discursos.
Podemos hablar de Grecia, de Egipto, de Inglaterra, Francia, América, o cualquier otra latitud y sus deformaciones o fenómenos teatrales de acuerdo a su época. En su espectro (amplio, por cierto) el teatro ha permanecido tanto en los cambios como en las manifestaciones sociales de los que habitaron esos tiempos hasta nuestros días; y como diría alguna vez Arthur Miller: “el teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la Humanidad se enfrenta a sí misma".
Sin embargo, hay un asunto muy importante. Yo me asombro del efecto incluso esotérico de este, revisemos por ejemplo la peste De Justiniano, la Peste Negra, el virus de inmuno deficiencia adquirida (VIH), la fiebre española, por nombrar algunos. El teatro en su ejercicio natural (compartir con otros) ha sabido corresponder a sus tiempos, donde la escritura ha prevalecido como un fenómeno de las crisis que se viven, como un prisma de la realidad.
Vemos, por ejemplo, textos como el Decameron, Macbeth, El rey Lear y hasta la misma Biblia que lo devela; Lecturas y representaciones de un mundo a veces en decadencia, en ruinas, algunas con la mente trastocada, en otras con las carnes y entrañas al descubierto, también la inestabilidad de las relaciones humanas no solo en las crisis sanitarias, también en la intimidad, en la vida privada, en la existencia misma. Pero aparecen también como una esperanza de encontrar la luz.

El Renacimiento, por nombrar uno, fue un movimiento donde el auge cultural correspondía a una necesidad de recuperar los valores fundamentales de la vida, como lo era en la Grecia antigua, dejando a un lado el Teocentrismo para dar lugar al humanismo; la necesidad de nuevas ideas, la aparición de universidades, surgieron grandes iconos como Shakespeare, Miguel de Cervantes, Lope de Vega, la aparición de la Comedia del arte en Italia (La Commedia dell’Arte) y su fenómeno como espectáculo, dando paso a la improvisación y explorando nuevos territorios en el espectáculo teatral, también un tal Leonardo Davinci que nos dejó aportes en las ciencias, el arte y la tecnología, y sobre todo preguntas que resultaron fundamentales para entender el mundo moderno y el contemporáneo.
Es evidente que para el teatro la crisis es su motor de trabajo, las tensiones, el conflicto. Algunos maestros definen el teatro como una manera de ver hacia el futuro, porque a través de sus ficciones han logrado muchas veces predecir la conducta humana. Como vemos, este episodio de pandemia de ya casi un año entero para nosotros los americanos, ha mandado a todos los artistas escénicos a crear en y desde casa, como lo haría en su momento una gran cantidad de dramaturgos. Vendrá seguramente con el tiempo, con la nueva reforma para acceder al mercado teatral, una etapa de luz, de querer decir, querer expresar, gritar lo que se gestó en las mentes de las y los creadores durante tanto tiempo.
Para terminar este breve comentario, quiero compartir algunas palabras de uno de los más importantes teóricos teatrales del siglo XX, que pensaba que el lugar del teatro en las sociedades era algo mucho más que valioso:
“…puede advertirse en fin que desde un punto de vista humano la acción del teatro, como la de la peste, es beneficiosa, pues al impulsar a los hombres a que se vean tal como son, hace caer la máscara, descubre la mentira, la debilidad, la bajeza, la hipocresía del mundo, sacude la inercia asfixiante de la materia que invade hasta los testimonios más claros de los sentidos; y revelando a las comunidades su oscuro poder, su fuerza oculta, las invita a tomar, frente al destino, una actitud heroica y superior, que nunca hubieran alcanzado de otra manera.…Y el problema que ahora se plantea es saber si en este mundo que cae, que se suicida sin saberlo, se encontrará un núcleo de hombres capaces de imponer esta noción superior del teatro, hombres que restaurarán para todos nosotros el equivalente natural y mágico de los dogmas en que ya no creemos”. -Antonin Artaud