Cultura de la cancelación: ¿Qué tan real es?
- 23 Dec, 2020
- Opinión
En estos últimos años, particularmente este 2020, donde el tiempo parece no acabar y tenemos más tiempo para observar a nuestras pantallas durante el día, la “cultura de la cancelación” ha ido creciendo y causando división tanto en las personas que participan en ella como en los que están en contra. ¿Pero a qué nos referimos con “cancelar” y de dónde surge? La respuesta depende de dónde busques.
Según el sitio de Merriam-Webster: “Cancelar o la cultura de la cancelación se refiere a dejar de apoyar a alguna figura pública en respuesta a sus cuestionables acciones u opiniones. Puede resultar en boicotear su trabajo o rehusarse a promoverlo” y según sitios como ABC, se refiere a “dejar de apoyar a figuras públicas después de haber dicho algo considerado desagradable u ofensivo”, pero este sitio también se refiere al acto de cancelar como una actividad de los “ultraizquierda”. Cuestionable.
Por más nuevo que parezca este “movimiento”, sobre todo por la frecuencia en que noticias donde alguna celebridad diferente ha sido ‘cancelada’, indicios de esto han existido en el internet por algunos años ya. Alrededor de 2013, la palabra “problemático” toma el lugar que ahora “cancelado” es en nuestro día a día. Este término fue criticado por la frecuencia en la que se utilizaba y como debido a esto poco a poco fue perdiendo su sentido original, un artículo de Macleans describió a alguien problemático como “alguien que de una manera u otra refuerza las creencias de un sistema injusto” y menciona que usar esta palabra es una manera mucho menos agresiva de referirse a alguien como sexista o racista u homofóbico, dependiendo la situación del acusado. De las pocas diferencias entre uno y el otro, es que referirse a alguien como “problemático” se limitaba a las redes sociales, en especial Tumblr.
Con la existencia de blogs como “yourfaveisproblematic” (refiriéndose a: “tu celebridad favorita es problemática”) donde se enlistan los diferentes motivos por los cuales cierta celebridad había hecho algo ‘mal’, esas cosas podrían variar entre comentarios racistas o sexistas hasta agresiones físicas. La mayor diferencia es que había una sección en el blog donde contestaba preguntas como “¿Todavía me puede gustar cierta celebridad?”, la respuesta de los moderadores de este blog era: “Puedes seguir siendo fan de esta persona mientras reconozcas el problema con las cosas que ha dicho o hecho.” Suena simple y nada doloroso para consumidores de cultura popular que no quieren sentirse culpables mientras miran cierta película o están escuchando alguna canción en su tiempo libre. Pero esta respuesta es de hace unos cinco años y el blog no ha sido actualizado desde el 2016.
¿Qué ha cambiado de esta palabra que generaliza los errores de estas figuras públicas y que aparentaba ser más capaz de “perdonar” que el actual?
A finales del 2018, comienza a popularizarse el término “call-out culture” (cultura de acusación) en Twitter por parte de mujeres de la comunidad negra, publican tweets pidiendo que se ‘cancele’ al cantante R. Kelly tras las acusaciones de abuso sexual y acoso a menores en repetidas ocasiones.
La intención de ambas es la misma, el ‘cancelar’ inició como una estrategia de hacer a estas figuras públicas responsables por las acciones que habían realizado, que de otra manera no se habrían enfrentado a ningún problema o que no se le daría justicia a las víctimas de esta persona y de esta manera darle una voz a estas personas que de otra manera no tendrían cómo defenderse de la otra persona que generalmente está en una posición de poder.
Un ejemplo de este tipo de movimientos en redes sociales es el “#MeToo Movement”, a pesar de que la primera vez que se utilizó la frase ‘Me Too’ para promover empatía entre víctimas de abuso sexual fue en el 2006 en MySpace por la activista, Tarana Burke. Fue en el 2017, después de que Harvey Weinstein fuera denunciado por múltiples actrices por acoso sexual, que el hashtag fue popularizado cuando la actriz Alyssa Milano publica en Twitter que cualquier persona que haya sido víctima de acoso o abuso sexual respondiera con ‘me too’.
Se reportó que la frase fue utilizada alrededor de 200 mil veces en ese día en Twitter y 4.7 millones de personas en Facebook. A raíz de esto, a inicios del 2018 surge la organización “Time’s Up” para poder apoyar de manera legal y económica a las mujeres que hayan sido víctimas de este tipo de acoso.
A pesar de que la respuesta en su mayoría fue positiva y de apoyo a la valentía, tanto de las celebridades que alzaron su voz a la respuesta de personas que habían experimentado este trauma en su día a día, el movimiento aun así recibió varias críticas, acusando que eran testimonios falsos o que el tono con el que se realizaban las acusaciones era inapropiado o violento siendo por redes sociales.
También se le comparó con una “cacería de brujas” por hombres en la industria tales como Woody Allen, el director que fue acusado por su hija adoptiva Dylan Farrow de acoso sexual en 1992, cinco años después de que esto saliera a la luz se casa con la otra hija adoptiva de su ex pareja, Soon-Yi Previn, cuando esta cumple 18 años, hasta la fecha sigue negando las acusaciones hechas por Dylan.
Es curioso notar que, aun cuando estos movimientos se realicen con las mejores intenciones posibles, tomando en cuenta que en su mayoría siempre se le da prioridad a las víctimas que alzan su voz, aun así puedan ser criticados por gente que tiene plataformas enormes, tanto como ser manipulados y utilizados para el propio beneficio de los que ‘cancelan’ - convirtiéndose no en un acto de empatía a la víctima, sino una oportunidad para personas que están observando la situación de fuera pero quieren participar esparciendo su opinión puedan colocarse en una posición de superioridad moral sobre el resto que tal vez no esté tan informado de la situación.
Todo movimiento social tiene sus fallas, no son grupos pequeños donde se pueda controlar y vigilar cada una de las acciones y reacciones de los participantes, ¿pero qué pasa cuando los motivos en el que están bajo crítica son, en su mayoría, erróneos?
La mayoría de los comentarios negativos hacia la ‘cancelación’ vienen en comentarios como: “Ya no se puede decir nada” o “Solo buscan de qué ofenderse”, entre muchísimas variaciones de estos dos. Y aunque, la exageración de ciertos casos, pueden ocurrir entre estos escándalos -como asumir que un comentario ignorante sobre cierta comunidad automáticamente vuelve a la persona que hizo el comentario un agresor constante a la comunidad- se tiene que tomar en cuenta la complejidad de varios casos, ¿pero dónde marcamos la línea?
Porque el verdadero problema en el ‘cancelar’ no es hacer que gente, independientemente si tienen una posición de poder o no, se sientan insultados de que sus acciones y sus palabras tienen consecuencias y un impacto negativo cuando ya no pueden refugiarse detrás de excusas que era una broma. Sino la generalización de las acusaciones y que el hecho que automáticamente todas se categoricen como un mismo mal, deja muy poco lugar para la oportunidad para informarse y de crecimiento.
Y siendo honestos, cuando ocurre el ‘intento de cancelar’ a una figura pública o celebridad, rara vez es efectivo, lo que muchas veces se olvidan tanto las personas que odian esta actividad como las que participan en ella, es que el hecho que un grupo de usuarios en una red social le reclamen por su ignorancia o falta de sensibilidad a una situación, no acabara con su carrera. Múltiples celebridades han pasado por el ciclo donde se quejan por las respuestas negativas que reciben, mientras aún mantienen sus trabajos y los lujos que reciben de ellos, ejemplos muy recientes desde J.K. Rowling y múltiples ‘celebridades’ de YouTube.
¿Esto significa que cierto tipo de comportamientos deberían pasar inadvertidos? No, definitivamente no, pero parece muy difícil pedirle a la gente que evalúe a cada persona a la que quieren ‘cancelar’. El tener que comparar la gravedad de un comentario ignorante de hace años por parte de una celebridad que ha intentado en el pasar de su carrera de aprender y redimirse de ese error, a otra persona que constantemente se encuentra en ese tipo de situaciones por seguir perpetuando alguna ideología dañina o infligir daño físico a otra persona.
El poner estas dos en el mismo nivel deja muy poco espacio para el verdadero crecimiento, tanto como el de alguien que en verdad ha aprendido y que está dispuesto a seguir haciéndolo, como el de las personas que buscan a donde apuntar la culpa. Las situaciones son mucho más complejas que los títulos de artículos en las noticias.
Y aun cuando el argumento de separar el arte del artista es muy común en este tipo de situaciones, Roxanne Gay deja muy en claro en su libro Confesiones de una Mala Feminista, donde habla como a pesar del abuso que han cometido hombres famosos como Charlie Sheen, Roman Polanski o Sean Penn, se les sigue dando un pase libre por su posición:
“Lamento que nuestra cultura haya tratado tan mal durante tanto tiempo a las mujeres que el sufrir abusos para que un famoso se interese por ustedes parezca un trato justo y razonable. Les hemos fallado, y mucho. [...] Les fallamos cada vez que un hombre (famoso) maltrata a una mujer y no hay consecuencias legales, profesionales ni personales.”
Nosotros, tanto como consumidores del trabajo de estas personas y como seres empáticos en una sociedad donde a diario se nos bombardea con más actos de injusticia perpetrados tanto como gente en poder como gente de nuestro día a día, somos responsables de las cosas que decidimos apoyar y lo que dejamos pasar, ajustándolo a nuestro propio compás moral. Pero si preferimos una canción o una película en ‘nombre del arte’ justificando sus acciones por su ‘talento’ sobre la dignidad humana, es tiempo de cuestionar qué tanto estamos dispuestos a dejar pasar.