Carta a Luis Zapata

  • 05 Nov, 2020
  • Opinión

Luis Zapata, aquí te estamos llorando, te estamos recordando vampiro de medianoche, estamos desempolvando tus obras y buscando otras tantas que no querías que leyéramos.

Por Eriko Stark

 

La primera novela que leí de Luis Zapata fue En Jirones, obra publicada en 1985. Le pedí a mi padre que consiguiera el libro, fingí que era una tarea cuando estudiaba en la universidad. Se lo pedí sin saber de qué trataba, sólo lo pedí porque un maestro me vio con ojos que dan pánico soñar y me dijo que esa novela me ayudaría a sobresalir, para mi suerte, el libro llegó.

Lo guardé en un pequeño cajón esperando el momento preciso para leerlo, fue en la noche, en una noche solitaria. En ella, el desamor fue la clave de mi vida, fue el momento en que supe que quería ser escritor.

Luis Zapata, naciste el 27 de abril de 1951, desde pequeño, sabías que eras diferente, no fue la enfermedad o tu cuerpo las que generaron un cambio, pero el tiempo que te hizo descubrir un deseo interminable. En la naturaleza, con uno de tus primos, te masturbabas como primer acto homoerótico, el primero de muchos episodios. Cuando leí esa confesión en Autobiografía póstuma (2014), mi vida hizo un retroceso en el momento en que yo era un puberto y veía a mis primos masturbarse, ese descubrimiento al cuerpo, a los genitales me decían que mis días serían una novela como las que escribes.

No perdí el tiempo y comencé a buscar más obras hasta llegar con la novela institucional que dio libertad a la comunidad LGBTI, en uno de los momentos más cruciales de la historia, novela que cambió las letras de la literatura mexicana e hispanoamericana. Novela que causó el escándalo más moral de nuestro país. El Vampiro de la colonia Roma, publicada en 1979 abrió las puertas de ese pesado clóset.

La historia del vampiro cuenta la vida de Osiris Castañeda (amigo tuyo que también amaba la Cineteca), uno de los prostitutos más guapos de la Zona Rosa. Sus aventuras y travesuras, todas ellas escritas a través de un lenguaje único, sin comas, con espacios múltiples, con el lenguaje de la picardía logran conquistar al público lector. Con más de 30 mil impresiones, la novela se instaura como el libro institucional de la comunidad gay.

La suerte me hizo seguir leyendo obras emblemáticas como Melodrama (1983) que narra la sátira cinematográfica de una relación homosexual que termina con un final retorcidamente feliz en donde la familia acepta el amor de su hijo con otro hombre. De Pétalos Perennes (1981) obra teatral adapta al cine que cuenta la relación tiránica entre una ingenua y mañosa mujer rica contra su chacha. El humor de Luis, tú humor era tan grande que se igualada a las explosiones de carcajadas que sólo el escritor americano John Kennedy Toole podía lograr en su Conjura de los necios.

Para ese momento, yo ya empezaba a convertirme en escritor. Y llegó el día en que te conocí. Fue en una presentación en el Museo del Estanquillo. Tu nueva novela era Como Sombras y Sueños. La noche estaba fría y con mucho viento, un 2014 bastante oscurecido. Te encontrabas sentado, solito, mirando la mesa de presentación. Me acerqué tímido, pero descubrí que tú también lo eras. Te saludé. Dije que gracias a tus novelas mi vida sobresalió en un barrio de violentos, de borrachos, de drogadictos y de vergas fáciles. También dije que fui el primer homosexual en mi barrio en leer tú obra (tal vez el primero en mi generación porque después descubría a otros amigos y conocidos, tus fieles lectores). Tomaste los libros que tenía en mi mano y me los firmaste, dije que había leído gran parte de tus obras y te asustaste, respondiste escandalizado: “Ni que fuera un rosario”.

Me entregaste tu correo para seguir charlando y poder visitarte, te fuiste a presentar tu libro en donde solo agradeciste a los ponentes.

Ayer en la noche (4 de noviembre), me llegó la noticia de tu partida. Es 2020 y ya me convertí en un escritor hecho y derecho, un compañero de letras y un rival a superar. Tuviste complicaciones cardiacas, esa tristeza y ese desamor se quedó encajado en tus ojos. Yo creí que terminarías suicidándote como Silvia Plath, pero en vez de eso, dialogaste con la depresión, la enfrentaste hasta el último momento.

Luis Zapata, aquí te estamos llorando, te estamos recordando vampiro de medianoche, estamos desempolvando tus obras y buscando otras tantas que no querías que leyéramos.

Ahora que lo pienso, he llegado a la conclusión de quienes te hemos leído, decidimos que nuestras vidas fueran por un solo momento fugazmente grandiosas, únicas en su tipo. Me di cuenta a través de las personas que conocía o amigos que recordaban tus historias o contaban la primera vez que te leyeron. Todos fuimos parte de esa fantasía.

Cambiaste las letras de nuestro país, trataron de censurarte, vendieron tus libros con bolsas negras porque les daba pena ver tu portada, los supuestos grandes escritores se burlaron de tu libro (que ni siquiera leyeron), le diste en la madre a toda la institución de las letras mexicanas, te los cogiste a todos.

Luis, feliz viaje, gracias por hacerme un escritor.

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